Fue hace mucho tiempo,recuerdo que era una tarde calurosa,por lo tanto más fastidiosa que otras.Caminaba por Charcas a la altura de Azcuenaga. Llevaba el alma apretujada,un nudo en la garganta,lo puños apretados y esa sensación habitual de sin sentido.
Caminaba ensimismada,seguramente mascullando algún dolor,probablemente sintiendo pena por mi misma.
El tránsito era insoportable,pero ni siquiera los bocinazos me sacaban de mi embotamiento,hasta que en un momento,no se desde donde ni cómo,una piedra impactó contra mi mano con toda su fuerza.Un dolor agudo me hizo llorar,no sólo de ardor sino de indignación.Me encontré puteando al viento,buscando en vano a mi agresor.
Inmediatamente comencé a caminar con paso enérgico y salí de ese estado de sonambulismo.
Ese golpe me removió la sangre y me puso alerta.
Entonces comprendí que paradójicamente un golpe,a veces,te despierta.
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