Siento la vacuidad
ausencia de dolor
se me antoja la vida sorda,
un silencio aterrador me blanquea el cerebro
y me supongo la muerte así
tranquila
sin ansiedades ni angustias,
el cuerpo frágil
casi como una ensalada de frutas.
Extraño un mundo más humano
humanos más humanos
sin esta invasión de máquinas que nos aislan paradójicamente
parece una carrera hacia la soledad infinita
hacia la nada,
hacia un mundo de espejos que sólo nos devuelven
la imagen de nosotros mismos.
Es aterrador que no haya nadie más
aunque siempre hay alguien
pese a que más no sea otra mirada de nosotros mismos.
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