domingo, 10 de octubre de 2010

Excelente nota,revista Ñ

...Hay dos maneras de desarrollarse en la vida desde el punto de vista ideológico. Una, desde la derecha hacia las ideas progresistas, como ocurrió en el caso de Julio Cortázar. La otra es la inversa y la clásica en nuestro país: la de Leopoldo Lugones. Nadie puede negar que Mario Vargas Llosa es uno de los grandes escritores latinoamericanos. Lo que equivale a ser uno de los grandes escritores de la lengua. Pero con lo que nunca estuve de acuerdo fue con sus posiciones políticas. Veamos. La trayectoria ideológica de Vargas Llosa es realmente extraña. Estudió en el colegio militar y eso no debe olvidarse con facilidad. Cuando era estudiante militó en una organización que se llamaba Cahuide y que estaba relacionada al Partido Comunista. Luego de eso se abre y termina votando a los demócratas cristianos y finalmente es candidato a presidente de la república por un partido de derecha. Es un hombre que empieza pensando como Jean-Paul Sartre y termina sosteniendo más o menos las ideas de Condoleezza Rice. Todas esas trayectorias a la Lugones siempre me parecieron sospechosas. Claro que juzgado desde un punto de vista distinto del mío se podría llamar una evolución. Para mí es una involución. Sin embargo, mi opinión sobre las ideas de Mario Vargas Llosa no tienen nada que ver con lo que yo pueda pensar acerca de Los jefes o Conversación en La Catedral o La casa verde o de sus libros de ensayos. Por su obra literaria lo considero como uno de los pocos que realmente se merecen el Premio Nobel.

Un contemporáneo

Nacimos con un año y un día de diferencia. El es del 28 de marzo y yo del 27. Es decir que para mí fue un contemporáneo estricto, incluso publiqué mi primer libro, Las otras puertas, dos años antes de que se publique el primer libro de cuentos de Vargas Llosa. Puedo decir que su primera lectura no fue un deslumbramiento como sí fue la aparición, algunos años después, de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que realmente fue una especie de subversión de la literatura latinoamericana. Y tampoco fue lo que había ocurrido ese mismo año, en 1963, con Rayuela de Cortázar. No me produjo lo que pudo haberle producido a escritores menores que uno ni lo que puede producirle a escritores de más edad la aparición de un joven talentoso. Yo leía a Vargas Llosa como podía leer a cualquier autor argentino de mi edad. ¿Y cómo se lee a un autor contemporáneo? Como a alguien que estaba escribiendo al mismo nivel que nosotros. No era distinto de lo que podía suceder con un Ricardo Piglia o con un Miguel Briante. Los escritores de una misma generación están, de alguna manera, escribiendo, desde otras ópticas, más o menos el mismo mundo que uno.

Es lo que decía el Dr. Samuel Johnson, y así lo solía citar Borges: nadie quiere deberle nada a sus contemporáneos. Lo decía el Dr. Johnson hace como doscientos o trescientos años. Y no sólo eso: nadie quiere que sus contemporáneos siquiera estén vivos. Uno quisiera ser el único contemporáneo de sí mismo. No se trata de envidia porque esa palabra no entra en mi vocabulario, esa es una palabra demasiado mezquina. Los verdaderos contemporáneos siempre se leen muy mal.

Por ejemplo, Borges ha opinado siempre, de una manera desconsiderada y molesta, de Federico García Lorca. Para Borges, García Lorca era una especie de gitano profesional, y que lo había beneficiado la muerte temprana. Lo llegó a decir en España, al punto que allí, un número dedicado a Borges de la revista Cuadernos Hispanoamericanos se retiró de imprenta por la desconsideración de las opiniones de Borges hacia el autor de Yerma. Esa actitud siempre me hizo pensar. Yo he hablado con Borges de García Lorca y encontré que tenía una opinión totalmente inesperada y al mismo tiempo inexplicable. Un día descubrí que en realidad Borges no lo había leído bien, porque él recordaba al García Lorca de cuando ambos tenían veinte años y vivían en España. García Lorca pensaba que Borges era un muchacho que recién empezaba a escribir y a su vez Borges consideraba lo mismo de García Lorca. Cuando pasaron los años, estoy seguro de que Borges no se tomó el trabajo de leer las tragedias de Lorca ni Poeta en Nueva York ni sus grandes poemas sino que se quedó con aquel Lorca que había conocido y que le parecía un autor de su misma generación que, para decirlo de alguna manera, prometía. Eso es lo que pasa con los contemporáneos.

Cuando pienso en Vargas Llosa, pienso en La ciudad y los perros y en Los cachorros. Tengo que hacer un esfuerzo para pensar en Conversación en La Catedral, que estoy seguro de que es uno de sus mejores libros. Y una de las grandes obras de la literatura hispanoamericana.



El problema de la lectura de los contemporáneos no tiene nada que ver con con ninguna polémica larval ni con ningún tipo de competencia. Por eso se ven con más claridad los escritores que están muertos. Nadie lee como a un contemporáneo a William Shakespeare, se lo lee ya como a un maestro. Si Vargas Llosa hubiera muerto al momento de escribir Los cachorros o Los jefes, hoy no estaríamos hablando de él. Es su obra posterior la que hizo de Vargas Llosa lo que es.

Así como el mexicano Carlos Fuentes fue colaborador de El escarabajo de oro, también Vargas Llosa participó en la revista y no sé si llegó a pasar a ser colaborador permanente. Pero en aquel tiempo, en la Argentina, tenía más prestigio un nombre como el de David Viñas. No puedo describirlo de otra manera porque lo tuve muy cerca, pero sí puedo describir mi percepción ideológica.

Lo que menos importa en un escritor, decía Borges, son sus ideas, cuestión con la que yo no estoy de acuerdo porque un autor escribe sus libros también con sus ideas. Pero evidentemente las opciones políticas de un escritor son las que menos importan a la hora de juzgar su obra. Por eso quizás considero que este Premio Nobel está bien otorgado. Salvo Carlos Fuentes, creo que no hay otro candidato cercano en Latinoamérica para ganar este premio. Salvo alguno de esos poetas escondidos que hay en el continente, y que suelen ser grandes poetas que lamentablemente no conocemos bien, ningún otro escritor se lo merece tanto como el autor de Pantaleón y las visitadoras.

La cuestión del Nobel

Cada vez que se conoce un nuevo ganador del Premio Nobel digo exactamente lo mismo: estoy esperando que alguna vez la Academia sueca se desempolve un poco y se lo otorgue a Ray Bradbury que es, sin duda, uno de los pocos escritores que lo merece verdaderamente.



En todos estos años, el autor de Fahrenheit 451 ha sido la felicidad y el descubrimiento de la literatura de cuatro o cinco generaciones de escritores en todas las lenguas. Por supuesto, que ya está lo suficientemente viejo para que se lo den, y Vargas Llosa lo sabe, porque hace minutos oí una declaración de él donde decía que esta noticia lo había tomado por sorpresa y que hacía años que ya no pensaba en esto.

Creo que hoy el Premio Nobel no tiene demasiada importancia para juzgar la obra de un escritor. Recordemos que este es el mismo premio que le dieron a Winston Churchill. Creo que ese es un argumento suficiente. Lo ganó también el español José de Echegaray, y si existía alguien que no merecía ganar el Premio Nobel era Echegaray: en esa época estaba vivo Unamuno. Nunca se lo dieron a Borges. Algunos premios Nobel son conocidos sólo dentro de la Academia sueca y de su familia. Es decir: este premio, en estos días, no significa nada. Creo que el último que a mí me impresionó y me entusiasmó fue el que le dieron a Sartre, cuando el filósofo francés, con una enorme lucidez y con un gran criterio, causó escándalo en su época al rechazarlo.

Literatura y experiencia



La definición que tiene Vargas Llosa de la escritura está basada en la suposición de que las novelas tratan sobre la vida, sobre la experiencia personal, y que esa es la fuente de su autenticidad. Sin duda tiene razón, porque si no hablamos de nuestra experiencia personal, ¿de qué vamos a hablar? Pero esa no es la única fuente. Cuando uno lee la obra de escritores como Poe o como Borges o como Dino Buzzati, autores casi esencialmente de literatura fantástica, se está hablando también de experiencia vital. Un libro de cuentos de Poe es algo así como la autobiografía espiritual del autor. Como son autobiografías espirituales o autobiografías metafísicas de Borges sus cuentos fantásticos. Por eso no creo en la literatura fantástica. En literatura sólo existe el realismo. Uno explora en las cosas de la realidad porque la realidad también debe incluir la locura, los sueños inconfesables que tuviste anoche, las pesadillas, aquellos deseos que no te atreverías a pronunciar en voz alta: todo eso pertenece a la realidad. Y de todo eso está hecha la literatura. Creer que la experiencia vital, que la experiencia de la vida se reduce a aquellos actos que fueron decisivos para tu existencia, es un error, porque la experiencia vital de un hombre y, sobre todo, la de un escritor está atravesada por sus lecturas. Hay lecturas, para cualquier escritor, que han sido esenciales y que han modificado su manera de ver el mundo. Y supongo que Vargas Llosa se refiere también a eso cuando habla de la experiencia. Ahora bien, si habla meramente de su experiencia puntual, de los actos que ha realizado en su vida, no puedo estar de acuerdo más allá de la mitad.

Ideología y ficción

En los mejores libros de Mario Vargas Llosa no se va a encontrar nunca una idea reaccionaria, sólo en los mejores. De Balzac podemos decir que era reaccionario, monárquico y católico. Sin embargo, La comedia humana es la serie de libros más antimonárquica, más anticatólica y más progresista que se escribió en Francia. Es en ese sentido que se puede establecer una división muy clara entre el hombre en cuanto ideólogo y el hombre en cuanto escritor. Del mismo modo que todos sabemos que Kipling era un cantor del Imperio británico. Pero en sus grandes libros uno no encuentra al cantor del Imperio británico sino al gran escritor. O por ejemplo Manuel Mujica Lainez. Era un hombre de clase alta, a quien no le preocupaban esencialmente y, tal vez, ni siquiera tangencialmente los problemas políticos, no obstante escribe una de las obras ideológicas más hermosas y profundas de la literatura argentina. La casa es la obra más violenta que se ha escrito contra el patriciado argentino, escrita por un patricio. Es ahí donde debemos separarlos. Cuando leo a Mario Vargas Llosa como autor de ficciones, leo a ese Vargas Llosa y me desentiendo del otro con quien no estoy de acuerdo en nada.